Si comparamos el plano realizado por la Junta General de Estadística con el elaborado en 1923 por el Instituto Geográfico observaremos importantes novedades. En primer lugar destaca la presencia en la trama de los dos hospitales psiquiátricos establecidos en Ciempozuelos desde finales del siglo anterior: el masculino ocupa una superficie mayor que la del casco urbano y se organiza en varias manzanas; la mayor, en la que, además de los pabellones, existían huertos, jardines y viñas, tenía un perímetro irregular, lindando sus tapias por el este con la vía férrea. El femenino, por su parte, ocupaba otras tres manzanas de superficie similares, perfectamente integradas en el tejido urbano y separadas entre sí por las calles Jardines y Corazón de Jesús, y limitaba al sur con un área más degradada. Colindante con el barrio de las Cuevas del Prado, donde abundaban los vacíos urbanos y las callejuelas tortuosas.

 

 

 

 

 

 

En las afueras del pueblo, junto a la ermita de Nuestra Señora del Consuelo, de la cual toma el nombre, encontramos un nuevo conjunto de cuevas -por tanto, con las de la Barrera, eran ya tres los asentamientos de este tipo-, mientras que al norte, una vez finalizada la calle Jerónimo del Moral, comenzaba el paseo arbolado que nos conducía al cementerio. El antiguo, junto a la iglesia, era de reducido tamaño y el gobernador civil de la provincia, al visitar Ciempozuelos en 1885 con motivo de la epidemia de cólera, ordenó su inmediata clausura. En principio se encargó el Ayuntamiento de elaborar el proyecto y convocar la pertinente subasta, pero finalmente fue la parroquia quien llevó a cabo su construcción en un enclave situado a unos 400 m. del borde urbano, inaugurándose en 1891. Su perímetro es irregular y adosados al muro norte encontramos un conjunto de edificaciones y áreas diferenciadas, como la capilla de las Oblatas, el panteón de la familia Artalejo, fechado en 1893, o los recintos de enterramiento para las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús y para los Hermanos de San Juan de Dios, separados por la llamada capilla de los frailes. El cementerio tiene también algún panteón interesante, así como un curioso monumento a los Caídos, de forma cúbica y formado por ocho piezas de hormigón visto separadas superficialmente por bandas de terrazo más oscuras. Más tarde, adosado al norte, se construyó un segundo camposanto, propiedad de la Orden de San Juan de Dios y reservado para los religiosos y enfermos del hospital.

Los datos de población que nos proporciona Ortega Rubio correspondientes al censo de 1910 dan una idea de la relevancia que tenían ya los dos hospitales psiquiátricos y el asilo en el municipio: de los 5.271 habitantes registrados, sólo 3.631 lo eran de derecho, A pesar de ello, el incremento demográfico respecto a las cifras del siglo pasado había sido notorio, en buena parte gracias a la llegada del ferrocarril, que aumentó notablemente la riqueza del lugar (Ortega Rubio dice al respecto que era uno de los pueblos mejor administrados de la provincia, habiendo entrado “en un período de verdadero progreso”).